El ganado de los hermanos Martorell, Juan y María Pilar,
ha recorrido el Maestrazgo durante las últimas semanas
Por | May 28, 2017 | COMARCAS, Maestrazgo |
La primavera se ha instalado para quedarse y con ella llega el momento de
que se ponga en marcha una tradición de siglos: la trashumancia. Se trata de un tipo de pastoreo que está en
constante movimiento, adaptándose en el espacio a zonas de productividad cambiante.
Durante los últimos días, el Maestrazgo está siendo testigo del movimiento de
rebaños de cientos de vacas y ovejas procedentes de las provincias de Castellón
y Tarragona, entre otras, que recorren cientos de kilómetros hasta llegar a los
pastos de municipios como Cantavieja, Fortanete o la Iglesuela.
Detrás de cada rebaño se
esconde una historia de un pastor que lucha por mantener viva la trashumancia. Personas como Juan Martorell, un ganadero de Fortanete que, junto a su
hermana Mª Pilar, reivindican su trabajo desde hace décadas. Su rebaño, de 120
cabezas de vacuno, emprendió un
viaje de nueve días que
salía desde Chert (Castellón) para iniciar una ruta de unos 80 kilómetros hasta
llegar a Fortanete el pasado domingo, localidad en la que el rebaño podía
pastar viviendo su «segunda primavera» ya que durante el invierno aprovecharon
el verde de las tierras bajas y con la llegada del calor vuelven a sus lugares
de origen.
Los hermanos Martorell
son la sexta generación de una familia de trashumantes. «Se trata de un trabajo que tiene un
componente mágico, se lleva en la sangre», comentó Juan
Martorell. Una labor que está cayendo en desuso debido al alto esfuerzo que
requiere. Es usual que algunos pastores trasladen a sus rebaños en camiones
para ahorrarse el largo trayecto ya que, como explica Juan, nueve días de
desplazamiento supondría tres horas en un vehículo. «El transporte en camión
conlleva un gran estrés animal. Además con la trashumancia se contribuye a
limpiar las vías pecuarias que están en peligro de desuso», apunta al respecto.
Los «nómadas» no están solos durante su aventura. En ocasiones, hay
personas que deciden acompañarles para vivir esta «experiencia» en primera
persona. Tampoco pasan desapercibidos en los pueblos que atraviesan ya que los
rebaños cautivan las miradas de los vecinos que aprovechan para sacar sus
móviles y cámaras para retratar una escena poco habitual.
En definitiva, una actividad con muchos beneficios para la naturaleza como
el aumento de la fertilidad al incorporar estiércol y otros restos vegetales a
su paso o la mejora directa en la biodiversidad. Un ejemplo de sostenibilidad
que se ha convertido en «una forma de vida» para Juan Martorell.
Más información en: https://www.lacomarca.net/la-magia-de-la-trashumancia/
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